Por sus nombres se clasifican en dos grupos: a) nombres propios (algunos de claro sentido simbólico) y b) nombres descriptivos (de su función u oficio) o genéricos (que designan una clase o grupo humano).

Junto a los personajes que aparecen en escena, hay otros citados en el texto. Por ejemplo, Pepe el Romano está caracterizado por lo que se dice de él. Lo cierto es que el drama carecería de sentido sin su presencia. Se trata de un personaje que permanece oculto (aunque al final se oye su silbido) y, sin embargo influye decisivamente en el desarrollo de la acción dramática.

            Con la misma función (aunque con menor importancia) aparece la hija de la Librada o los segadores: se trata de personajes invisibles. Los segadores son, además, un personaje colectivo, actúan como un coro para poner de manifiesto la frustración y el deseo de amar y de ser libres de las mujeres encerradas en la casa.

            Por otra parte, hay una serie de personajes anecdóticos (Antonio Mª Benavides, Enrique Humanes, Paca la Roseta, etc) sobre los que se menciona alguna particularidad, se cuenta alguna historia, o a los que se alude para facilitar la entrada o salida de personajes de escena. Son los personajes aludidos.

            A su vez, entre los personajes visibles podemos distinguir entre protagonistas y secundarios.

             La nómina de personajes visibles es muy reducida, lo que favorece la profundidad de su tratamiento. Son criaturas individualizadas:

Bernarda Alba

(significa con fuerza de oso, interesada en salvaguardar apariencias blancas). Encarnación hiperbólica de las fuerzas represivas. Representa las convenciones sociales y morales más arcaicas, la mentalidad tradicional, la autoridad, el poder casi en estado puro En lo concerniente a la sexualidad, a los impulsos eróticos opone la decencia, la honra, la obsesión por la virginidad; haciendo ley de la única convicción que posee: la honra basada en la opinión ajena, que terminará por destruir a Adela y a sí misma. Estas ideas corresponden a la concepción tradicional del papel de la mujer. Emplea siempre un lenguaje prescriptivo (órdenes, prohibiciones).

            Conciencia de pertenecer a una capa social superior, sentimiento de «orgullo de casta». Su opresión, manifiesta con sus hijas, es especialmente vejatoria con las criadas.

            Carece de sentido religioso, de afectos ni por sus hijas ni por su madre enferma, de compasión por los que están debajo de ella, de respeto por sus iguales o confianza en sus amistades. No sólo carece de emociones como la alegría o el dolor, sino que reprime su explayamiento en otras personas.

Las hijas

Víctimas de una reclusión impuesta sienten el deseo del mundo exterior. Todas están más o menos obsesionadas por lo erótico. Los anhelos eróticos o de amor podrán aparecer unidos (o no) a la idea de matrimonio, único cauce permitido para salir del encierro. Presentan diferentes actitudes:

            Angustias: (personaje triste) el matrimonio para ella supone salir de la casa. No hay en ella ilusión ni pasión. Aunque es víctima de Bernarda, se compenetra con ella al compartir sus mismas convicciones sociomorales. Su función en la acción es apoyar el sistema que defiende Bernarda, lleno de apariencia y convenciones, como su mismo matrimonio. Suscita odios por su carácter. Puede llegar a ser violenta: como sus hermanas, tiene una lengua afilada que no duda en utilizar contra cualquiera. Suspicaz y desconfiada, su gran aliada y consejera es, naturalmente, Bernarda.

            Magdalena: (que tiene tendencia a llorar) Su función, secundaria, se limita a subrayar la condición social de la mujer en el sistema impuesto sin cuestionarlo: Sé que no me voy a casar, ¡Malditas sean las mujeres! Su falta de iniciativa y su pasividad le llevan a refugiarse en un pasado supuestamente mejor, como válvula de escape al riguroso luto. En el último acto, su neutralidad en el avance de la acción se plasma en el hecho de quedarse dormida. Es falsa y convencional (Magdalena /cara de hiena): manda callar a Adela para que no la oiga la servidumbre, parece apoyar el matrimonio de Angustias, pero le echa en cara su situación económica ventajosa.

            Amelia: (posiblemente sin miel) es el personaje más desdibujado. Su función es la de reforzar el bloque de ayudantes de la madre, no porque se sienta especialmente identificada con ella, sino por miedo a lo desconocido, que para ella es todo lo demás. Comedida y prudente, se escandaliza con los comentarios de Poncia y sus hermanas. Temerosa de su madre y de lo desconocido. Odia su condición femenina, cree en el oscuro destino de todas sus hermanas, en la permanencia eterna de las costumbres…

            Martirio: es un personaje complejo. El simbolismo nominal estaría claro porque es una persona atormentada y resentida por la tiranía de su madre (que impidió su matrimonio), por su natural enfermizo y su fealdad. Se debate entre el temor y el odio a los hombres y su pasión por Pepe el Romano. Su propia impotencia la inclina al lado de su madre, de quien se convierte al final en máxima ayudante. El juego de pasiones encontradas la mantiene oscilando entre las dos grandes fuerzas de la obra: sus pensamientos están con Adela, pero sus actos están con Bernarda. No conocemos su verdadera naturaleza hasta el final de la obra, cuando observamos un poco de humanidad en su confesión a Adela. Su personalidad apocada e intrascendente, apegada a lo tangible, nada grandiosa, es utilizada por Lorca en un alarde de ironía para acercarnos más al irresoluble conflicto del destino ¿Quién puede esperar que un personaje así decida lo que va a ser de nosotros? (es ella quien provoca, incapaz de conocer su mismo alcance, el castigo de Adela, en que está contenido el de Bernarda).

            Adela: (de naturaleza noble) encarna la rebeldía. Su vitalismo se nota en el simbolismo del traje verde.             Desafía siempre a la moral establecida (rompe el bastón de Bernarda). Su rebeldía va en aumento hasta que es cortada de raíz como escarmiento a su actitud desafiante. Adela ya está condenada desde el principio. Las leyes morales ya han castigado cruelmente a dos de sus transgresores (Paca La Roseta y la hija de La Librada). Es un personaje muy humano capaz de sentir todos los registros emotivos (se justifica, desafía, amenaza, suplica comprensión, se rebela, e incluso, al fin, su gran intento de evasión será el suicidio).No trata de cambiar una estructura social que la oprime, sino que se resigna a ser la querida de Pepe el Romano, y a vivir en la marginación social. Se rebela contra su madre, y no lo hace en nombre de la libertad, o del amor, sino del sexo, que es la pasión que a ella la mueve.