ARTE ESPAÑOL

ferias, fiestas, romerías, verbenas y juegos como La pradera de San Isidro,  El quitasol. En ellos reflejó la alegría de vivir del siglo XVIII.

El tema irá adoptando una atención crítica sarcástica o pde preocupación social como se observa en El albañil herido,La boda.

Simultáneamente va estableciendo algunos contactos con la nobleza ilustra­da y su actividad como retratista va afian­zando su prestigio.

En 1785 se convierte en pintor del rey Carlos III y en 1799 en pintor de cámara del rey Carlos IV. Inicia grandes retratos, La marquesa de Solana o La duquesa de Alba, que culminarán en La familia de Carlos IV. Todas estas obras, revelan los cambios estilísticos de Goya. Ocupan un papel principal la pincelada suelta y la preocupación por la luz. La luz aparece sobre todo en el tratamiento espacial y en los ropajes.

Algunos de estos retratos destacan por la penetración psicológica, no capta simplemente los rasgos físicos, sino que traspasa la apariencia para indagar en los rasgos anímicos y mostrar su antipatía o simpatía por el personaje.

La familia de Carlos IVrepresenta la familia real. Inspirada en Las Meninas de Velázquez, aquí también aparece el pintor trabajando. Sorprende el estatismo, las posturas hieráticas de las figuras, que puede considerarse un efecto buscado para concretar la atención en la expresión de los rostros, sacando a la luz la verdadera fisonomía de los personajes.

 Hacia 1790 Goya sufre una enfermedad que le deja sordo. La sordera lo lleva al aislamiento y a la introspección, deja de contemplar la sociedad como un conjunto de costumbres amables y empieza a considerar el lado negativo, como plasmará en Los Caprichos. Son ochenta y cuatro grabados en los que destacan claramente cuatro temas principales: la corrupción de las costumbres, en las que tienen un gran papel la prostitución y el celestinaje; la superstición y la brujería; el anticlericalismo, apoyado en los vicios de los clérigos y en su poder sobre las personas y la ignorancia. El pintor se sirve de la ambigüedad para dar una visión crítica como en El sueño de la razón que produce monstruos.

Su intención es generalizar, universalizar, la multitud se convierte en la protagonista de las escenas y la individualidad desaparece. Critica el mundo en el que vive porque está corrompido, satiriza los defectos sociales y las supersticiones de la época. La vieja dama y sus galanes, Nadie nos ha visto, No grites tonta, etc.

Goya vivió entre dos épocas históricas, el Antiguo Régimen, con las monarquías absolutas y los estamentos privilegiados y el Régimen Liberal, nacido de los principios revolucionarios franceses, con la exaltación de las clases medias y la soberanía popular. La Guerra de la Independencia en 1808, intensificó su veta pesimista y crítica. La relación entre artista y sociedad en Goya será evidente. Lo que ve en la guerra no es la lucha entre dos frentes, sino la violencia y la crueldad, la miseria humana, el aplastamiento del inocente, la desolación y el exterminio. Es enormemente realista en cuanto a los hechos y se sitúa al lado del pueblo que es quien padece los acontecimientos.  Testimo­nio de su desesperada visión son las series de grabados. Los desastres de la Gue­rra, y los grandes cuadros: Carga de los Mamelucos y Los Fusilamientos de la Moncloa, obras maestras de una intensi­dad expresiva absolutamente moderna.

En El 2 de mayo de 1808 le interesa la imagen de la multitud. No hay ningún protagonista individual, los gestos y la expresión de los personajes sirven para dar significado al conjunto. En Los fusilamientos del 3 de Mayo de 1808, el pelotón de ejecución formado por soldados franceses son personajes anónimos, solo interesa su función. Entre los patriotas ejecutados se encuentran las diferentes actitudes ante la muerte, como un hombre que alza los brazos increpando a sus ejecutores, otro que reza arrodillado, otro que llora de terror y la figura en escorzo situada en primer plano que es un cadáver.

Goya se preocupa por la tipificación, es decir, la presentación de lo universal a través de lo particular o concreto. Esto se hace más patente todavía en Los desastres de la guerra, que es una brutal crítica a la crueldad del conflicto armado.

El Coloso representa la invasión de las tropas napoleónicas en España. Aquí la línea ha desaparecido, destaca la intensidad en la utilización del negro y la agresividad de las manchas, que produce una auténtica descomposición de las formas.

Esta obra enlaza con Las pinturas negras de la Quinta del sordo, una hacienda que Goya había adquirido en Madrid y que él mismo decoró. Predomina el negro y abandona la representación de lo visible creando un mundo lleno de monstruos. En Saturno devorando a sus hijos no pinta simplemente un tema mitológico, sino que presenta el horror, un mundo poblado por el miedo y la superstición.

La vuelta de Fernando VII y la instalación del absolutismo en el país hacen que Goya se exilie a Burdeos. Sus últimos años los pasó allí, donde falleció en 1828. Su última obra es la Lechera de Burdeos.

Goya es un artista de evolución lenta, que alcanza su madurez muy tarde, pero que en las obras de sus últimos años anun­cia ya por entero los comienzos de la pintura moderna, desde la técnica impre­sionista de algunos de sus lienzos (la Le­chera de Burdeos, las escenas de toros, locos y procesiones, de la Academia de San Fernando), el expresionismo violen­to, deformador de la realidad al servicio de una comunicación más directa (los Fu­silamientos, las Pinturas negras), e incluso el surrealismo (algunos Caprichos, la serie de grabados de los Disparates). Cultivó todos los géneros y todas las técnicas, investigando activamente muchos proce­dimientos. Así, a los 80 años, comenzó a practicar la litografia, de hecho, dejó  obras maestras en esa técnica nueva de impresión (los Toros de Burdeos).

Como retratista, ha trazado estupendas efigies de toda la sociedad de su tiempo, desde los reyes y la alta nobleza, hasta actrices y toreros (la Tirana, Rita Luna, Maiquez, Pedro Romero). Los mejores, sin duda, son los de las personas más próximas a él en sensibilidad e ideas: al­gunos políticos ilustrados (Jovellanos, Saavedra) y artistas y escritores (Villanue­va, Moratín, Meléndez Valdés). Con los reyes se muestra implacable. Pocos retra­tistas han sido menos aduladores que Goya. Hoy nos resulta dificil entender cómo sus terribles retratos de María Lui­sa, de Carlos IV o de Fernando VII, que tanto nos descubren de su bajeza y debilidad.