El Arco de Tito: Historia, Arte y Significado en la Antigua Roma
El Arco de Tito
Ficha técnica: Arco de triunfo de Tito, desconocido, 81 d.C., arco del triunfo, perpiaños de piedra y mármol, romano imperial, Vía Sacra (romano).
Orígenes de Roma
A finales del siglo VIII a.C., la península itálica estaba habitada por diferentes pueblos: los ligures, los umbros, los etruscos, los samnitas, los sabinos y los latinos. Estos dos últimos fundaron en el año 753 a.C. un poblado, Roma, que con el tiempo se convirtió en la capital de uno de los imperios más poderosos. Los orígenes fundacionales de la ciudad son confusos y en ellos se mezclan la historia y la leyenda, pues algunas fuentes atribuyen la fundación de Roma a los hermanos Rómulo y Remo. La historia de Roma se divide en tres grandes periodos:
- Monarquía (753-509 a.C.): Etapa oscura gobernada por reyes, de los cuales los tres últimos eran de origen etrusco, un pueblo extranjero que entre los siglos VIII y IV a.C. habitó la zona de la actual Toscana y dejó una influencia artística fundamental en la evolución del arte romano.
- República (509-31 a.C.): Etapa en la que los romanos llevaron a cabo la conquista y colonización de otros territorios.
- Imperio (31 a.C. – 476 d.C.): Etapa en la que se establece un nuevo sistema político liderado por un emperador y se divide el territorio en provincias. A partir del siglo V, las tribus bárbaras del norte de Europa iniciaron la reconquista y provocaron la caída de Roma en el 476 d.C.
Antecedentes del Arte Romano
Entre los antecedentes del arte romano debe señalarse el arte etrusco, que alcanzó su máximo esplendor entre los siglos VII y V a.C. y abarcó gran parte del norte de la península itálica. Posteriormente, Roma, después de dominar todos los territorios de la península itálica y de poner fin así a la civilización etrusca, extendió su dominio político y cultural por todas las tierras mediterráneas, una parte de Europa continental, las islas británicas, Siria y Mesopotamia.
Cronológicamente se puede hablar de Roma desde el año 509 a.C., cuando los etruscos fueron expulsados, hasta 476 d.C. No obstante, desde un punto de vista cultural y artístico, no se puede hablar de un arte propiamente romano hasta el siglo II a.C. Tradicionalmente, no obstante, se diferencia el arte romano en dos periodos:
- El Republicano (siglos III-I a.C.): Durante el cual se observa la influencia de las formas culturales griegas y etruscas.
- Imperial (siglos I a.C.-V d.C.): En el que se incluye el arte tardorromano iniciado a finales del siglo III d.C.
Características del Arte Romano
Algunas de las características del arte romano son: La principal característica de la arquitectura romana es su sentido práctico, funcional y utilitario, lo que les hará desarrollar la arquitectura por encima de las demás manifestaciones artísticas, construyendo mucho y muy rápidamente, elaborando obras públicas de ingeniería, monumentos públicos y conmemorativos, templos, viviendas, etc. Utilizando una gran variedad de materiales constructivos, siendo la piedra el más abundante, aunque también era frecuente el trabajo con ladrillo y el gran hallazgo romano, el cemento, que obtenían de mezclar trozos de ladrillo, cantos rodados, piedras pequeñas, guijarros, agua y cal, que una vez fraguado daba lugar a un bloque muy resistente. Adoptaron los órdenes arquitectónicos griegos e introdujeron innovaciones. Usaron el dórico con menor rigidez, creando una variante llamada dórico romano, con basa y sin éntasis. También usaron el jónico y el corintio, a los que hay que añadir el orden toscano, muy parecido al dórico pero con basa, fuste liso y sin éntasis. Finalmente, la gran aportación de Roma será el compuesto, enriqueciendo con volutas el capitel de acantos corintio.
El Arco de Tito: Un Monumento Conmemorativo
En la linde oriental del Foro Romano se erigió en honor de Tito, a poco de su muerte en el año 81 d.C., este arco, hoy el más antiguo de cuantos se conservan en Roma. A esta conservación contribuyó la extensa restauración llevada a cabo hace un siglo largo por el discreto Valadier, como se echa de ver sobre todo en el lado que mira al foro y en la inscripción del mismo. Por el otro lado se conserva buena parte del friso y la inscripción original, por la que el senado y el pueblo romano dedican el monumento al Divo Tito Vespasiano Augusto. Con loable modestia, Domiciano se abstuvo de figurar en la dedicatoria.
El arco consigue armonizar perfectamente lo que pudieran ser componentes antagónicos, la puerta y los pilares de una muralla. El conflicto radicaba en el enlace de las proporciones de aquélla con las de éstos. El arco ha de ser de medio punto, y debe tener, por tanto, una altura relativamente baja. Las semicolumnas de los ángulos de los pilares no pueden ser tan altas que parezcan gallardetes; y sin embargo, pilares y arco deben alcanzar una misma altura y compartir un entablamento y un ático comunes. La solución encontrada aquí fue perfecta: las pilastras del arco descienden hasta la última moldura del zócalo, mientras que las columnas arrancan de encima de éste. Los capiteles pertenecen al orden compuesto, de las hojas del corintio y las volutas del jónico, una nueva moda implantada entonces.
En las enjutas del arco sendas Victorias se dirigen volando sobre globos, portadoras de estandartes, a las claves de los arcos, joyas del barroco antiguo. La ese que dibujan sus volutas está recubierta de follaje, y por si esto fuera poco, las personificaciones de Roma y del Genio del Pueblo Romano se alzan valientes ante su respectiva consola. No sabemos qué diría un griego de este alarde de anticlasicismo.
Relieves del Arco de Tito
Lo que del friso se conserva por el lado oriental del arco, corresponde a la entrada triunfal de Vespasiano y Tito en la ciudad de Jerusalén, algo sucedido mucho antes de la celebración del triunfo en Roma. Lo relativo a éste se encuentra más abajo y mucho más visible, como si sus autores hubiesen tenido conciencia de estar planteando a la crítica de arte del futuro el problema de si se podía o no hablar de una escultura romana independiente de la griega.
En el interior del pasadizo del arco, se encuentran a media altura, uno a cada lado, dos altorrelieves de gran formato. Uno está dominado por la cuadriga y el carro en que el emperador Tito, a quien corona la Victoria, desfila en triunfo. No lo acompañan, como sería de esperar, los magistrados, sacerdotes, vestales, miembros de la familia imperial y allegados, sino sólo los lictores con sus fasces y las figuras alegóricas de Dea Roma, seguida dócilmente por la cuadriga imperial, el Genius Populi Romani y el Genius Senatus. Cuando el arco fue levantado, Tito había muerto. En lo más alto del intradós del arco un relieve lo muestra en su transporte al cielo a lomos del águila de la consecratio. Esta circunstancia aconsejó sin duda no representarlo en compañía de los vivos, sino de figuras alegóricas, aunque el hecho que se conmemoraba fuese histórico. Nacía así como nuevo género el relieve histórico-alegórico.
El otro relieve es una visión puramente histórica del mismo desfile y no hay en ella nada sobrenatural, sino sólo la masa más compacta aquí, más holgada allí, de los portadores del botín y de ciertas enseñas en un lugar y momento concretos, el de su entrada por la Porta Triumphalis, reconocible por las dos cuadrigas que la coronan. La puerta, vista de escorzo, se sumerge en el fondo del relieve como si éste no existiese. La apretada turba camina ligera en varios planos, y sus componentes tienen no sólo el mayor o menor bulto que les corresponde, sino distintas alturas. El movimiento parece ondulante, y su trayectoria, curva: el cortejo viene de frente por la izquierda y gira hacia el fondo por la derecha, penetrando en el vano de la puerta. Este y otros pormenores del relieve recuerdan a las urnas tardías de Volterra y podrían revelar una concepción tuscánica o itálica del mismo.
Como en el relieve anterior, a las figuras les sobra el tercio superior del fondo, que allí se rellena con los ocupantes del carro y sobre todo con las fasces, que crean ilusión de espacio, y aquí con las piezas más características del botín judaico -la Mesa de los Panes, las Trompetas de plata y el Candelabro de los Siete Brazos, del Templo de Jerusalén-, y con unos estandartes en forma de tabula ansata. Esta concepción y este tratamiento del fondo le dan al relieve una gran profundidad espacial, y su claroscuro una plasticidad tan intensa y tan pictórica como es posible en un relieve. Si esas calidades justifican el empleo de los términos ilusionismo y barroco, tan anacrónicos el uno como el otro, es cuestión de criterios.