LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.

El alzamiento militar que daría paso a casi tres sangrientos años de guerra civil se inició de improviso en Melilla el 17 de julio de 1936 pero para que éste se produjera hizo falta la connivencia de grupos de presión político-económicos y la ayuda del Ejército. El 17 de julio de 1936 los militares más conservadores del Ejército se levantaron contra el gobierno de la República. El alzamiento comenzó antes de lo planeado en Melilla. Pronto se extendió a Tetuán y a Ceuta donde el coronel Juan Yagüe se apoderó de la ciudad sin disparar un solo tiro. Prácticamente todo el Marruecos español estaba en manos de los rebeldes antes de que Franco, procedente de las Canarias, se pusiera al mando de las tropas sublevadas. Al día siguiente, 18 de julio, el levantamiento se extendió a la Península.

Revolución y Contrarrevolución

Tras el fracaso de la sublevación los aparatos del Estado quedaron dislocados y el poder del gobierno republicano fue meramente nominal. Esto hizo posible la aplicación, por parte de las izquierdas, de diversas medidas revolucionarias y represoras al amparo del vacío de poder. Por contra, en la zona dominada por los sublevados, la represión de dichas medidas y de aquellos que las seguían se convirtió en el objetivo prioritario.

  • Revolución zona republicana

El fallido golpe de Estado planteado por algunos militares contra la República había dejado libre de cualquier control a las organizaciones obreras. La revolución se expandió en aquellos núcleos poblacionales donde el alzamiento había fracasado o no se había producido. En todos esos sitios se crearon comités de control formalmente constituidos por los partidarios del Frente Popular junto a los anarquistas. Una de las primeras actuaciones de estos comités de control fue la prohibición de los partidos de derechas y la confiscación de los bienes de todos aquellos que de una forma u otra se hubieran opuesto a la República.

En Madrid la dirección de este movimiento revolucionario recayó en la socialista UGT que trabajaba en relativa armonía con la anarquista CNT. Detrás de la UGT empezaba ya a dar muestras de un gran activismo político el PCE con un sistema propagandístico hábilmente elaborado. La división en el seno de PSOE les ayudó también a instalarse cada vez más en el seno de la sociedad republicana. Los socialistas estaban divididos ya antes de la guerra en tres ramas, la revolucionaria con Francisco Largo Caballero, la moderada con Indalecio Prieto y la aún más moderada de Julián Besteiro contraria a la guerra. Todas las industrias del Madrid republicano fueron requisadas y puestas en manos de comités de trabajadores. Se estableció un nuevo sistema de reparto de alimentos pagados con vales emitidos por los comités. El dinero quedó abolido lo que conllevaría un cierto caos económico porque cada localidad tendía a emitir sus propios billetes locales aumentando en gran manera la masa monetaria en circulación.

La revolución se celebraba en toda la España republicana con inmenso júbilo, pero no sólo era júbilo, también era sangre, la sangre de sus enemigos. Primera en la lista, la Iglesia. Para muchos revolucionarios la Iglesia representaba el inmovilismo político, la enemiga de la libertad. También le echaban en cara su ostentación de riqueza y su tradicional apoyo en las clases dirigentes. La matanza de miembros de la Iglesia en Cataluña y Aragón fue enorme. Trece obispos y más de 6.000 monjas y sacerdotes fueron asesinados durante los primeros días del frenesí revolucionario. En ningún momento de la historia de Europa ni incluso en la historia mundial se había mostrado un odio tan desenfrenado por la religión y sus obras. La guerra había actuado de válvula de escape para estos odios. Los crímenes anticlericales sirvieron para reforzar al mundo la imagen de una República roja y atea.

  • Contrarrevolución zona nacional

En las zonas de la llamada España nacional evidentemente el proceso era totalmente opuesto y lo primordial era reprimir la revolución mediante la contrarrevolución. Todos los partidos políticos que habían apoyado al Frente Popular quedaron prohibidos e incluso desaparecieron los partidos de derechas incluida la CEDA. Los únicos grupos políticos activos pasaron a ser la Falange y el Carlismo pero totalmente supeditados a la autoridad militar.Los sublevados habían desarticulado con su rebelión el Estado republicano y creado dos Españas. Era evidente que en “su España” era necesario la creación de un nuevo Estado. Por ello, pocos días después del alzamiento los militares constituyeron la Junta de Defensa Nacional, una especie de órgano provisional de gobierno. Se creó en Burgos el 24 de julio y su presidente fue el general Miguel Cabanellas.


La Junta era un órgano colegiado en el que los militares exponían y decidían la actuación a seguir durante las primeras operaciones de la guerra. Al mismo tiempo se ocupaba de la aplicación de medidas contrarrevolucionarias. Se decretaba la devolución de las tierras expropiadas, se declaraban ilegales todos los sindicatos y partidos del Frente Popular y la naturaleza laica del Estado republicano

Fases de la guerra.

Primera fase

Desde el bando sublevado el general Mola, trataba de organizar el esfuerzo bélico con todo lo disponible. En la zona del norte controlada por su mando debía convertir a la amalgama de fuerzas regulares, guardias civiles, grupos de voluntarios falangistas y requetés carlistas en unidades de combate organizadas. Pronto estuvo en disposición de ello dando a sus fuerzas el nombre de “nacionales”, que les daba la apariencia de ser el único ejército de España luchando frente a un ejército extranjero. Las primeras operaciones de este ejército fueron el intento de socorrer la plaza de Guadalajara, situada al sur de sus posiciones, pero ésta ya había sido dominada por fuerzas afectas a la República. Otras columnas se dirigieron desde Valladolid a Madrid, pero su avance quedó detenido en la sierra de Guadarrama.

Por parte republicana la desintegración del Estado había creado los mismos problemas logísticos que en la zona nacional. Era necesaria la creación de un ejército disciplinado y efectivo pero aquí los problemas eran mucho más complicados: Cada partido político, cada sindicato, organizaba su propia milicia. Desde Barcelona, columnas de fervientes revolucionarios partían en coches, camiones, incluso autobuses, hacia la conquista de las ciudades de Aragón. Entre ellas se encontraban representantes del anarquismo, socialistas, milicias del POUM, comunistas y algunas fuerzas del extinto ejército regular. Sin embargo, la estructura y el mando militar de estas milicias no existía prácticamente. Cada milicia luchaba por sus propios objetivos, no fue de extrañar que ante a un frente prácticamente indefenso quedaran detenidas a pocos kilómetros de las tres capitales de Aragón. La dirección táctica era nula, los nacionales que defendían el frente, inferiores en número y peor armados contaban sin embargo con la disciplina y eficacia de un mando único por lo que obtenían una superioridad que no tenían sobre el papel.

En el centro el avance de Mola había sido detenido en Guadarrama. Las batallas del Alto León y Somosierra se libraban con una acusada escasez de medios pero con una ferocidad extraordinaria. Los republicanos jugaban con ventaja en estos encuentros porque la cercanía de Madrid les daba una superioridad logística clave para el mantenimiento de la defensa. Los combates aéreos fueron poco importantes porque aunque la República tenía superioridad aérea total, sus aparatos, la mayoría anticuados o inservibles no inclinaban la balanza de modo decisivo a su causa. Las columnas que defendían Madrid habían sido organizadas como las de Barcelona, cada milicia obedecía las órdenes del partido o sindicato que las había creado. Pero ya empezaron a darse las primeras muestras de lo que posteriormente sería el Ejército Popular de la República representadas en la más famosa de las milicias republicanas que acudieron a la sierra. Era el llamado Quinto Regimiento formado por el PCE y cuyo joven comandante en jefe era el comunista Enrique Castro Delgado. Sus inspiradores habían sido los comunistas David Ortega y Vittorio Vidali “Carlos Contreras”. Bajo esta organización aparecerían algunos de los jefes militares más famosos de la guerra civil, Enrique Líster y Juan Modesto.

El Comité de No Intervención fue un duro golpe para la República. Legalmente, cualquier gobierno legítimo podía comprar todo tipo de armas en el extranjero pero las compras de la República quedaban anuladas bajo la No Intervención. El comité se convirtió en una argucia diplomática que servía para aislar individualmente la creciente actuación de los países europeos en el conflicto español. La actuación de los Estados Unidos también fue bastante ambigua con el conflicto español.

El 5 de agosto, Franco y las principales fuerzas africanas estaban listas para iniciar el avance que les llevaría hasta Madrid. La principal columna, compuesta por unos 8.000 hombres y al mando del teniente coronel Juan Yagüe partió de Sevilla ese día. Pronto esta fuerza de combate se ganaría una triste reputación. El avance hacia el norte en territorio republicano fue llevado a cabo con inesperada brutalidad. Las columnas de milicianos republicanos que se les oponían podían luchar valerosamente pero sin una coordinación logística y apoyo recíproco quedaban expuestas a una dolorosa retirada. Por esa razón el 10 de agosto Yagüe alcanzó y conquistó Mérida tras haber recorrido un total de 300 kms. en menos de una semana. El contacto con la zona norte del general Mola quedó establecido. Pero antes de reemprender la marcha hacia Madrid, Yagüe debía conquistar la ciudad de Badajoz, cuya guarnición había permanecido republicana desde los primeros días.

El 9 de agosto se llevó a cabo la mayor ofensiva republicana desde el inicio de la guerra, ésta tenía por objetivo un desembarco anfibio en Mallorca al mando de los capitanes Alberto Bayo y Manuel Uribarri. La ofensiva fue planteada por la Generalitat catalana sin consultar con Madrid. Pero tras un desembarco sin incidentes, los nacionales dispusieron de un tiempo precioso para reorganizarse y con apoyo de la aviación italiana realizar un contraataque el 3 de septiembre que tornó las posiciones republicanas en indefendibles. Se decidió la evacuación del contingente enviado que dejó en la isla grandes cantidades de equipo y armamento.

Mientras la República fracasaba militarmente los nacionales reemprendieron el avance sobre Madrid. Tras un descanso muy necesario impuesto a las fuerzas de Africa, el 21 de septiembre los nacionales tomaron Maqueda pero entonces el mando nacional tuvo que enfrentarse a un dilema. ¿liberarían Toledo, que estaba a sólo 40 km o proseguirían su marcha a Madrid? Franco lo tuvo siempre claro, marcharía hacia Toledo para liberar el Alcázar.

Segunda fase

La batalla de Guadalajara (finales de marzo de 1937) se saldó con el éxito republicano, que tuvo presente el plan de ofensiva previsto por el general José Miaja contra las tropas enviadas por Italia. Los alzados decidieron entonces centrar sus principales operaciones en el norte. Con el apoyo decisivo de la aviación integrada en la Legión Cóndor alemana, que realizó una salvaje agresión a la localidad vizcaína de Guernica (26 de abril de 1937), las tropas rebeldes rompieron las defensas de Bilbao (el llamado “cinturón de hierro”) el 19 de junio de 1937, pocos días después del fallecimiento del general Mola en accidente de aviación. En agosto (un mes después de obtener la victoria en la batalla de Brunete), esas mismas tropas entraron en Santander y, en octubre, tomaron las ciudades asturianas de Gijón y Avilés, con lo que los rebeldes completaban la última etapa de la ocupación de la zona norte.

Tercera fase

A partir de finales de 1937 comenzó la tercera fase. Los republicanos, siguiendo los planes del general Vicente Rojo, conquistaron en enero de 1938 Teruel, ciudad que no obstante perdieron al mes siguiente. En julio de ese año comenzó la dura y decisiva batalla del Ebro, en la que la derrota del Ejército republicano (noviembre de 1938) dejó despejada la ruta para el avance de los sublevados hacia Cataluña. En los últimos días de enero de 1939, las tropas franquistas se instalaron en Barcelona, para avanzar en fechas sucesivas hacia la frontera francesa y ocupar los pasos. La ofensiva final (febrero-marzo de 1939) tuvo por objeto quebrantar las posiciones republicanas todavía pendientes, situadas en la zona centro y en el sur peninsular. A principios de marzo de ese año fracasó el criterio de mantener la resistencia defendido por el presidente del gobierno republicano, Juan Negrín, debido a la creación en Madrid del Consejo Nacional de Defensa. Este organismo, que encabezó el jefe del Ejército del Centro, el coronel Segismundo Casado, destituyó a Negrín y procuró alcanzar una paz honrosa con el gobierno franquista de Burgos después de hacerse con el control de Madrid mediante un cruento enfrentamiento entre las propias tropas republicanas. Sin embargo, no prosperaron sus gestiones encaminadas a lograr una paz acordada. Las tropas franquistas entraron en Madrid el 28 de marzo. Tres días más tarde, el gobierno republicano perdió las últimas plazas todavía fieles. El 1 de abril la guerra había terminado, no así las represalias.