Las Dos Primeras Guerras Carlistas: Causas y Consecuencias

Causas del Conflicto

El movimiento carlista consideraba ilegal la ocupación del trono por Isabel II y reclamaba el derecho a la Corona del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro (conocido por sus seguidores como Carlos V), y de sus descendientes.

La causa principal era que el carlismo veía en la figura de Carlos María Isidro la garantía del estricto mantenimiento de las viejas tradiciones del Antiguo Régimen, frente a la amenaza del liberalismo.

Causa Específica de la Segunda Guerra Carlista

La segunda guerra carlista tuvo, además, otra causa específica: Carlos María Isidro había abdicado en su hijo Carlos VI para propiciar su matrimonio con Isabel II, lo que le habría permitido convertirse en rey de España por la vía pacífica. Sin embargo, este matrimonio no se produjo, lo que desencadenó la segunda guerra.

Consecuencias de las Guerras Carlistas

Costes Humanos

  • Solo la primera guerra, que fue la más violenta, provocó casi 200.000 muertos. La segunda no tuvo el impacto ni la violencia de la primera.

Consecuencias Políticas

  • Inclinación de la monarquía hacia el liberalismo: El agrupamiento de los absolutistas en torno a Carlos V convirtió a los liberales en el más seguro y consistente apoyo del trono de Isabel II.
  • Protagonismo político de los militares: Ante la amenaza carlista, los militares se convirtieron en una pieza clave para la defensa del régimen liberal. Conscientes de su protagonismo, los generales o «espadones» se colocaron al frente de los recién creados partidos y se erigieron en árbitros de la vida política. El recurso abusivo a la práctica del pronunciamiento se convirtió en una fórmula habitual de promover cambios de gobierno o de reorientar la política durante todo el reinado.

Consecuencias Económicas

  • Enormes gastos de guerra: La nueva monarquía liberal, para hacer frente a la guerra, pasó por serios apuros fiscales, que en gran medida condicionaron la orientación dada a ciertas reformas, como la desamortización de Mendizábal.

Evolución Política del Reinado de Isabel II (1833-1868)

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

Debido a la minoría de edad de Isabel II, se hizo cargo de la regencia su madre, María Cristina, desde la muerte de Fernando VII en 1833 hasta su abandono del gobierno en 1840.

Fue una etapa difícil, condicionada en gran medida por la amenaza del carlismo, que mantuvo al país en estado de guerra durante toda la regencia. Sin embargo, el apoyo de los liberales a la causa isabelina permitió desmantelar el Antiguo Régimen:

  • Se formaron los primeros partidos políticos: el Partido Moderado y el Partido Progresista.
  • Tras una breve vigencia del Estatuto Real de 1834, se promulgó la Constitución de 1837.
  • Se liberalizó la economía: desvinculación de mayorazgos, abolición del régimen señorial y desamortización eclesiástica de Mendizábal.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

A raíz de los altercados producidos en 1840 contra la Ley de Ayuntamientos del gobierno moderado, el general Espartero –militar progresista de gran reputación– asumió la regencia.

Gobernó con mano dura, y su autoritarismo le hizo perder el apoyo incluso de la mayoría de los progresistas. Un nuevo pronunciamiento encabezado por el general Narváez puso fin a su regencia en 1843.

El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)

Para evitar la inestabilidad de una nueva regencia, las Cortes decidieron anticipar la mayoría de edad de Isabel II, que estaba a punto de cumplir los trece años.

Su reinado efectivo se caracterizó por el predominio absoluto de los moderados, que gobernaron durante la mayor parte del reinado (diecisiete años de los veinticinco de esta etapa).

La Década Moderada (1844-1854)

Fue una fase crucial para la reorientación y consolidación del nuevo Estado, durante la cual se adoptaron importantes medidas:

  • La Constitución de 1845.
  • La reforma de la Hacienda de 1845.
  • El Concordato de 1851, que restableció las relaciones con la Santa Sede.

El carácter cada vez más excluyente de la monarquía isabelina, bajo el control de los moderados, solo fue interrumpido en dos ocasiones durante el resto del reinado:

El Bienio Progresista (1854-1856)

Bajo la presidencia del general Espartero, se inició con un nuevo pronunciamiento militar (la «Vicalvarada»), encabezado por el general O’Donnell y acompañado de un levantamiento popular. Durante este breve paréntesis progresista se pretendió dar un nuevo impulso a la economía con la desamortización de Madoz o la Ley General de Ferrocarriles.

El Gobierno Largo de la Unión Liberal (1858-1863)

Bajo la presidencia del general O’Donnell, fue el último y más prolongado periodo continuo de gobierno no moderado. Su rasgo más sobresaliente fue la activa política exterior con que O’Donnell pretendió devolver a España el prestigio internacional que había perdido. Para ello embarcó al país en una serie de intervenciones militares de escaso interés, pobres resultados y cuantiosas pérdidas económicas y humanas.

El descrédito del régimen de Isabel II alcanzó su clímax en 1866, con una aguda crisis económica y política a la vez que abrió el camino a la revolución de 1868 y la caída de la monarquía isabelina.

El régimen, cada vez más excluyente, estaba en manos de una camarilla de moderados hacia los cuales la reina no ocultaba su favoritismo. Debido a ello, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende (1866), por el que decidieron aunar sus esfuerzos para derrocar a la reina y establecer un nuevo sistema político. Al año siguiente se añadió a este bloque opositor la Unión Liberal.

El Papel de los Militares en la Política Isabelina

A diferencia de lo que ocurrió en otros países de Europa, donde la burguesía fue la base y el más firme soporte del nuevo régimen liberal, en España, con una burguesía escasa y débil, la monarquía se vio en la necesidad de apoyarse en el único grupo realmente fuerte y capaz de defenderla de las amenazas del carlismo: los militares liberales, cuyo protagonismo en la guerra se trasladó también a la vida política.

Conscientes de su protagonismo, los generales o «espadones» se colocaron al frente de los recién creados partidos y se erigieron en árbitros de la vida política. El recurso abusivo a la práctica del pronunciamiento se convirtió en una fórmula habitual de promover cambios de gobierno o de reorientar la política durante todo el reinado, que se caracterizó por la gran inestabilidad.

Comparativa de las Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz

La Desamortización Eclesiástica de Mendizábal (1837-1849)

Se inició en una etapa de gobierno progresista durante la regencia de María Cristina.

Consistió en la venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia, por lo que se la conoce también como desamortización eclesiástica.

Objetivos de Mendizábal

Sus objetivos, determinados por la crítica situación que atravesaba el país –primera guerra carlista y estado ruinoso de la Hacienda–, fueron esencialmente tres:

  1. Sanear la Hacienda, mediante la amortización parcial de la deuda pública.
  2. Financiar los gastos de la guerra civil contra los carlistas.
  3. Convertir a los nuevos propietarios en adeptos para la causa liberal, que necesitaba apoyo social frente a la amenaza carlista.

La Desamortización General de Madoz (1855-1867)

Se inició durante el reinado efectivo de Isabel II, en el periodo conocido como el Bienio Progresista.

Incluía todo tipo de tierras amortizadas: las de la Iglesia aún no vendidas de la desamortización anterior y, principalmente, las de propiedad municipal (bienes de propios y comunes).

La situación política y fiscal no era tan grave como durante la desamortización anterior, ya que la segunda guerra carlista no supuso tanto gasto como la primera y el régimen liberal estaba más consolidado.

Objetivos de Madoz

Por consiguiente, además de reducir la deuda pública, se pretendía destinar parte de los ingresos obtenidos a financiar la construcción de las infraestructuras necesarias para modernizar la economía, en especial la red de ferrocarriles.