Pensamiento creador o Creatividad. Jerarquización

Dentro de los procesos del pensamiento se distinguen dos tipos, el reproductivo y el productivo. Este último consiste en manifestaciones evidentes pero muy difíciles de determinar en un test.

Las reflexiones sobre la creatividad se remontan a Platón. Según él, el alma conserva de forma latente unos recuerdos de vidas anteriores que es posible despertar.

A mediados de la segunda década del siglo XX, Wallas comenzó a poner de moda el concepto de creatividad.

Una de las definiciones más acertadas es la que aportó Rollo May, quien dijo que «crear era traer algo nuevo al mundo. Ahora bien, podemos traer al mundo algo útil o inútil, bello o monstruoso».

Así, Henle señala que la innovación valiosa debe hallarse liberada de teorías previas y manifestar una armonía interior.

Bruner apela al sentimiento sorpresa que debe producir al observador. Guilford no acepta como criterio el de la mera novedad, y propone a cambio uno estadístico: el producto ha de ser insólito, poco común, poco previsible, y las aportaciones, agudas, juzgadas como tales por jueces expertos.

Newell, Shaw y Simon han sido más explícitos al puntualizar las características que debe reunir una novedad para ser valiosa y marcaron cuatro puntos:

  1. No debe ser convencional.

  2. Su proceso de descubrimiento exige un alto grado de motivación y persistencia flexible.
  3. La tarea inicial consiste justamente en formular con claridad lo que se busca.
  4. La actividad creadora consiste en una forma especial de solución de problemas que se caracteriza por su novedad, falta de convencionalismo, persistencia y esfuerzo en el proceso resolutorio.

Taylor jerarquizó la creación en cinco niveles:

  1. Expresivo pero irrelevante.

  2. Productivo, de orden práctico.
  3. Inventivo, establecimiento de relaciones insólitas e ingeniosas.
  4. Innovador, que afecta a principios de algún campo del arte o la ciencia.
  5. Emergente, creado genuinamente, alumbra un nuevo principio de la máxima relevancia y abstracción.

En la década de los setenta, se comenzó a relacionar el pensamiento creativo con la inteligencia. Cuando una persona tiene un buen nivel de inteligencia y un alto grado de creatividad, las características de su personalidad le confieren un nivel de respuesta elevado ante situaciones difíciles.

En la actualidad, la creatividad es uno de los aspectos mejor valorados, junto con la capacidad de trabajo en equipo en las empresas.