Definición

La leche materna es el alimento ideal para los lactantes porque contiene las cantidades y tipos de proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas y minerales adecuados para su desarrollo, algunos de los cuales son específicos de la especie humana, como la taurina, de forma tal que son digeridos y asimilados adecuadamente por el aparato digestivo, aún inmaduro del recién nacido. El 60 % de las proteínas de la leche materna son solubles, de fácil digestión. Sus grasas son más digeribles porque contiene lipasas, enzimas que el lactante todavía no puede producir. Los minerales como el calcio, hierro, zinc y flúor son bien absorbidos por los niños cuando los adquieren a partir de la leche materna. Se le denomina alimentación natural, porque es la que la naturaleza ofrece al niño: la leche de su madre. La leche de mujer está adaptada a la fisiología del lactante. Desde el punto de vista nutricional y digestivo, va cambiando en su composición y se ajusta a las características fisiológicas del bebé, incluso varía en la misma mamada, ya que al principio es más rica en hidratos de carbono (azúcares) y al final en grasas, lo que regula la función digestiva del niño. Su baja concentración en sodio es un elemento favorable para evitar en el futuro la aparición de hipertensión arterial y afecciones renales. Está constituida por 80% de agua, lo que garantiza la demanda de líquidos necesaria durante el periodo de amamantamiento, aun en climas secos y calurosos. Una de sus cualidades más preciadas es la gran cantidad de componentes inmunológicos, tanto humorales como celulares que conforman su función protectora contra virus, bacterias y parásitos: su valor inmunológico.

Composición en las Diferentes Etapas

La leche que la madre brinda a su hijo es una solución azucarada, salina y proteica que contiene una emulsión de glóbulos grasos. Su composición varía desde el periodo anterior al nacimiento hasta diferentes etapas después del parto.

Durante el último trimestre del embarazo, las glándulas mamarias segregan un líquido muy salino y rico en proteínas, y con posterioridad al parto se conocen tres etapas diferentes:
  1.  En los tres primeros días después del nacimiento, la mama segrega hasta 100 ml de un líquido de color amarillo (que tiene un alto contenido de vitamina A entre otras vitaminas liposolubles), viscoso, muy abundante en proteínas de alto valor biológico, llamado calostro. El calostro tiene casi tres veces más proteínas que la leche definitiva, muchas de las cuales provienen de células vivas y anticuerpos de la madre. Estas altas concentraciones de anticuerpos o inmunoglobulinas como la del tipo A y la lactoferrina, junto a células especiales como los linfocitos y los macrófagos, protegen al recién nacido de las agresiones a las que debe enfrentarse hasta que sea capaz de desarrollar sus propias defensas. El calostro es relativamente pobre en grasas y en lactosa, que es el azúcar de la leche, pues en estos primeros días el bebé no necesita mucha energía. Por otra parte, en esta etapa inicial, la leche contiene mayor cantidad de sales que sirven como laxante para facilitar la limpieza de los intestinos del recién nacido. La cantidad producida en esta primera fase, aunque menor que en las restantes, es la necesaria y suficiente para el bebé, por lo que este fenómeno no debe interpretarse erróneamente ni dar lugar a un injustificado destete.
  2. Entre el cuarto y el décimo día después del parto se produce la leche de transición, en cantidades que pueden llegar hasta medio litro al día. Esta leche tiene menos proteínas (inmunoglobulinas) y vitaminas liposolubles, por lo que toma un aspecto más blanquecino; aumentan las vitaminas hidrosolubles, las grasas y la lactosa, pues ya el bebé necesita nuevas fuerzas.
  3. Antes del mes de nacido aparece la leche definitiva, de color blanco y de sabor dulce, porque es más rica en lactosa. Esta leche madura tiene la proporción adecuada de agua y de todos los nutrientes que necesita el lactante para alimentarse sin añadir nada más. Aunque la cantidad varía de una mujer a otra, sin que esto afecte el crecimiento normal de sus respectivos hijos, puede llegar hasta 800 ml en el día, casi un litro.

La cantidad de leche que produce una madre sana, debidamente estimulada, es suficiente para el bebé, esto se prueba valorando el aumento de peso del niño y en especial su crecimiento, en los controles periódicos que deben realizar el médico y la enfermera.

La calidad de la leche se mantiene estable, pues el organismo de la madre la garantiza aún a expensas de sus propias reservas, si fuera necesario. Actualmente en las poblaciones con déficit de alimentos, los lactantes se protegen de la desnutrición, al menos durante los primeros meses de vida, a expensas de las madres.